La Jaula de Oro

«La vida que esperas es lo que comienza a suceder tras cada acción de atrevimiento que realizas»

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Como cada domingo, Carlos —un Jubilado de 72 años— se sentaba en un parque a las afueras de la ciudad bajo un árbol Centenario y ojeaba sus libros de Ornitología. Le encantaba aprender cosas nuevas sobre los pájaros y descubrir especies raras. En este parque había un lago precioso repleto de patos, gansos, peces, tortugas, etc.. rodeado de árboles enormes, flores muy diversas y coloridas, era un pequeño paraíso. De repente, muy cerca de él escucho un ruido. Era el piar de un pájaro muy pequeño. Rodeó el árbol bajo el que estaba sentado, rebuscó entre la hierba y siguiendo el sonido del piar encontró un pequeño pajarillo que parecía haber caído de lo alto, apenas tenía un día. Decidió llevárselo a casa. Una vez allí y después de haberlo alimentado, lo metió en una jaula antigua que desempolvó en el fondo del desván. Buscó información entre sus viejos libros de Ornitología sobre el pajarillo y descubrió que se trataba de un petirrojo.

Bajo la foto del petirrojo se podía leer esta definición:

“El petirrojo trae consigo la buena suerte y simboliza los cambios, siempre en positivo, que van a tener lugar próximamente en nuestras vidas”.

Carlos pensó que se trataba de una señal, ya que hacia tan solo tres meses que había perdido a su mujer, el amor de su vida. Desde entonces se refugió en sus libros de ornitología, los cuales había dejado olvidados durante años en el sotano.

Carlos decidió volcarse en salvar la vida del Petirrojo, criarlo, verlo crecer y disfrutar de su maravilloso cantar. Lo alimentó cuidadosamente, le proporcionó calor y conforme iba creciendo le iba trayendo algunos gusanos e insectos que encontraba en el parque. No quería que le faltara de nada a este pequeño pajarillo que le había devuelto de nuevo la ilusión por hacer algo bueno por alguien y confiaba en que, como definía su nombre, le trajera buena suerte en esta etapa tan dura de su vida por la que estaba transitando.

El Petirrojo estaba creciendo de una forma espectacular, sus plumas eran coloridas y su cantar era maravilloso, Carlos no podía estar más orgulloso de haber podido salvarle la vida y de disfrutar de la alegría que este pájaro había traído a su casa, así que cada mes compraba accesorios para hacerle la vida más fácil y cómoda a su querido pájaro. Compró una jaula más grande, de color dorada, la cual brillaba de tal forma que cuando le daba el sol parecía que fuera de oro. Construyó un nido a su pájaro super confortable, con algodón, ramas y plumas que había recogido en el parque. También instaló comederos nuevos, los cuales siempre estaban repletos del mejor alpiste que había en el mercado, colocó varios columpios para que el pájaro saltara de uno a otro y se balanceara. Al petirrojo no le faltaba de nada, así que cantaba y cantaba sin parar radiante de felicidad, saltando de un columpio a otro, comiendo y refugiándose en el confortable nido cuando buscaba descanso y calor. El pájaro estaba en su etapa de pleno esplendor.

Un día Carlos se despertó y notó algo extraño. Cada mañana cuando él se despertaba, el Petirrojo ya estaba cantando a pleno pulmón y este día en concreto no se le escuchaba. La casa estaba en absoluto silencio, por lo que bajó corriendo y se dirigió hacia el patio trasero para ver que podía estar sucediendo. Destapó la Jaula, la cual cubría por las noches con un paño para proteger al pájaro del frio de la noche y vio al petirrojo subido en uno de los columpios, inmóvil y sin cantar. Esto no había sucedido nunca antes, por lo que Carlos pensó que sería algo puntual, así que salió hacer unas compras sin darle demasiada importancia:

—No tendrá ganas de cantar hoy, pensó.

Al cabo de 3 días, al ver que el pájaro continuaba inmóvil, sin cantar y que ya no era aquel petirrojo que fue meses atrás, Carlos pensó que el quizá estaba triste porque anhelaba su libertad, así que cogió la jaula, la subió a la parte trasera de su furgoneta y se dirigió al bosque donde lo encontró. Situó la jaula al pie del árbol donde lo recogió cuando tan solo era un polluelo y la orientó hacia el precioso lago, donde se podían divisar a otros petirrojos volando en grupo, haciendo piruetas en el aire, bebiendo agua del lago y cantando juntos radiantes de felicidad. Carlos pensó que cuando el petirrojo viera este paisaje y a sus iguales disfrutando de su libertad, éste se pondría muy contento y querría volar junto a ellos:

—Es Ley de vida, exclamó.

Por lo que abrió la puerta de la jaula y le dijo al Petirrojo con una voz energica para animarlo:

—¿A qué estás esperando? ¡no pierdas esta oportunidad, despliega tus alas y vuela! ¡eres libre!,”

El pájaro levantó la cabecita, miro hacia la zona del lago donde se encontraban los otros petirrojos, permaneció varios segundos inmóvil y luego volvió la cabeza hacia atrás, miró a su alrededor todo lo que había en el interior de la jaula: observó su nido confortable donde siempre dormía, observó los comederos de alpiste, los cuales siempre estaban repletos de la mejor comida del mercado, observó los columpios donde se balanceaba y al levantar su cabeza y mirar al techo de la Jaula fue deslumbrado por el dorado de ésta. Entonces sucedió algo muy extraño, en lugar de salir volando a toda velocidad hacia su libertad, el pájaro subió a uno de los columpios cercanos a la salida de la jaula, se quedó 30 segundos inmóvil mirando hacia el lago, acto seguido enganchó la puerta de la Jaula con su pico y la cerró hacia dentro, se quedó un instante inmóvil en el columpio, como con la mirada perdida y de su pico salió un canto muy muy bajito, como con desgana, el cual se fue incrementando hasta que volvió a cantar y a balancearse como lo hacía tiempo atrás cuando estaba contento, como si nada hubiera sucedido...

*****

Desafortunadamente esta historia no tiene un final Feliz, ya que el petirrojo murió 4 días después, debido a una intolerancia alimenticia. Carlos compró un alpiste “mejor” que prometía hacer brillar más el plumaje del petirrojo y… finalmente el pájaro murió súbitamente, sin llegar a conocer que se siente al ser un pájaro libre, sin ser ese petirrojo que estaba predestinado a ser, sin sentir jamás lo que es volar.. ¿Te suena esta historia? Seguramente no, ya que se trata de una historia inventada, pero quizá te haga reflexionar lo que te cuente a continuación.

Seguro que en alguna ocasión habrás escuchado estos refranes:

“Mas vale Pájaro en mano que ciento volando” o “Virgencita, Virgencita que me quede como estoy”

Cuanto daño han hecho estos refranes a lo largo de los años, como nos han frenado a salir de nuestra zona de confort, a enfrentarnos a nuevos retos, a plantarle cara a la incertidumbre, en definitiva, a lanzarnos a encontrar nuestro propósito vital..

Si eres de estas personas que dieron el salto y está viviendo su propósito, te Felicito y también te digo que esta reflexión a priori no es para ti, pero tal vez leerla refuerce o te haga recordar el coraje y la valentía que tuviste de hacer lo que hiciste y eso te haga sentir, si cabe, más orgulloso/más orgullosa de ti 😊.

Para el resto de valientes lanzo estas dos preguntas:

¿Te has parado a pensar alguna vez, cuántas veces a lo largo de nuestra vida “damos brillo” a cosas, situaciones o personas a las que estamos apegados, que en realidad no nos gustan, para que parezcan más bonitas (“de oro”) y así hacer que ese trance en el que estamos inmersos (y del que aparentemente no podemos salir) sea menos doloroso?

¿Cuánto tiempo te pasas dándole brillo a tu “Jaula de Oro”, apegándote a lo que no te gusta de tu vida, para no dar el salto hacia lo que viniste hacer/ser y enfrentarte a tus miedos y nuevos retos?

Yo a esta “patología” la he denominado “El síndrome del Apego Brillante”. Aquellas personas que están presas en una “Jaula o Cárcel de Oro” las cuales han construido ellos mismos durante años, dotándola de comodidades o excusas de reafirmación, repitiéndose a diario que “no se está tan mal dentro”, así que, ¿Para qué cambiar? Y si no estoy a gusto con algo. “me lo invento”. Miro para otro lado o simplemente intento borrarlo de mi mente como si jamás hubiera sucedido. Y te dices: “es lo que hay...” y le vamos dando brillo.. hasta que la Jaula brilla tanto que nos deslumbra y no vemos más allá. Entramos en una vida en piloto automático, nos desconectamos del SER. Es entonces cuando hemos decidido inconscientemente cerrar la puerta de nuestra Jaula por dentro, como hizo el petirrojo cuando le ofrecieron la libertad. “Tengo todo lo que necesito garantizado y aunque nunca seré plenamente yo mismo, me conformo, ¿Para qué volar?”

Te pongo algunos ejemplos de “Síndrome del Apego Brillante” (algunos en primera persona) que se me ocurren:

TRABAJO:

A veces estamos atrapados en un trabajo que odiamos o que cada día se nos hace más cuesta arriba porque no estamos alineados con él y en lugar de buscar un cambio le “vamos dando brillo” para acabar apegándonos más a él, con frases del estilo:

-. Debo dar gracias por este trabajo aunque no me guste, no todo el mundo tiene la suerte de tener un trabajo hoy en día.

-. Gracias a que tengo este trabajo puedo permitirme todos los caprichos que me permito.

-. Está la cosa como para renunciar a un trabajo.. eso sería una temeridad..

-. En realidad a nadie le gusta su trabajo, ese falso mito de que hay personas que son felices trabajando en lo que más les gusta, es un brindis al sol..

Y le vamos dando brillo a la Jaula.. ya no parece tan tremenda nuestra situación, ¿verdad?.. y poco a poco vamos sodomizando.. vamos cerrando un poquito más por dentro la puerta de nuestra “Jaula de Oro”..

RELACIONES:

A veces estamos atrapados en una relación algo Toxica y seguimos “sacándole brillo” a ver si podemos digerirla mejor, con frases del tipo:

-. Tampoco es tan malo, a veces se pone agresivo pero en el fondo tiene buen corazón..

-. Todas las relaciones son así y el que diga lo contrario, miente..

-. La pareja perfecta no existe, unos cuantos celos tampoco son para tanto…

-. Está pasando una mala racha, eso es todo, me ha dicho que va a cambiar y cambiará..

Y le damos brillo a algo que no debería brillar jamás, alimentando más aun nuestra baja autoestima.. y cierras más la Jaula y te vas haciendo cada vez más pequeñito..

Entramos en bucles infinitos de autoconvencimiento diciéndonos una y otra vez:

“¡No estoy tan mal”! , pero realmente ¿Cuánto puede durar esto?

¿Tal vez hasta que llegue tu Jubilación y te preguntes sentado en un porche con la mirada perdida: ¿Y ahora qué?

¿Tal vez hasta que entres en una profunda depresión?

¿Tal vez hasta que tu cuerpo diga “basta, no puedo más” y este malestar interior se manifieste en forma de enfermedad crónica o Terminal?

¿Qué tiene que pasar para desapegarnos de este estado del bienestar ilusorio o vida de atrezo que nos hemos inventado para ocultar que lo que verdaderamente nos aterra es el cambio hacia lo desconocido, hacia territorio inexplorado? ¡Buena Pregunta!

Para averiguarlo solo tienes que dejar de mirar hacia afuera e invertir tu mirada hacia adentro, hacia tu interior. Pararte, reflexionar y hacerte preguntas:

Verdaderamente… ¿A que le tengo miedo? ¿Qué es lo que me frena para dar el paso?

En mi opinión, normalmente aquello que anhelamos está siempre detrás de una puerta grande y pesada, con un gran letrero en la parte superior del marco que indica: MIEDO.

Paradójicamente, cuando finalmente reunimos el valor como para atravesar esta gran puerta, nos sentimos liberados, en primera instancia sientes adrenalina en tu cuerpo, es una especie de vértigo, una mezcla entre frío y calor intenso que te recorre todo tu cuerpo, seguido de una especie de dopamina natural que nos hace sentirnos imparables. Es un chispazo mágico que te empodera durante un instante, el cual te gustaría congelar y no dejar de sentirlo nunca.

Si dejas pasar mucho tiempo entre la primera vez que traspasaste esta puerta hasta la siguiente, puede que entre medias des un paso atrás, volviendo en ocasiones a tener tentación de aferrarte de nuevo al síndrome del apego brillante. Por lo que no procastines, estate alerta y practica el cruce activo de esta puerta mágica.

Una vez que cruces esta puerta con frecuencia, esa adrenalina que sentiste la primera vez será más moderada, pero traspasarla siempre tendrá esa emoción que sentiste por primera vez, cuando decidiste ser valiente y querer estar en sintonía con lo que estas predestinado a SER.

Seguramente, con el paso del tiempo, querrás quedarte al otro lado de esta puerta, incluso dar un portazo y cerrarla con llave por fuera. Será entonces cuando al mirar atrás y estar al otro lado veas que, ese cartel donde en un principio se indicaba con grandes letras en rojo la palabra MIEDO, se ha volteado y en realidad lo que indica ahora es la palabra: DESTINO.

Te animo a reflexionar, a identificar tus puertas e ir de frente hacia ellas y reunir la valentia necesaria para cruzarlas. Te invito a sentir esa adrenalina y dopamina natural, cuya sensación una vez que la pruebes jamás olvidarás. Te animo a ser VALIENTE, a compartir tu TALENTO, a mostrarte y enseñarle al mundo lo extraordinario que hay en ti. Te animo a tomar las riendas de tu vida, a desapegarte de todo aquello que no te haga bien, a replantearte todo lo que te enseñaron y que no te cuadra, en definitiva:

Te invito a ser quién ERES, te invito a ser FELIZ!.

Cojo prestada la siguiente frase. La escribió el tío de un amigo que vive en la montaña, retirado del mundo de las prisas:

"Que tu Unico Apego sea el Amor y tu mayor dependencia, La Libertad"

Feliz Reflexión.

By Raul_Rivas

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